Las últimas vacaciones me han hecho ver la forma en que mis hijos viven su identidad multicultural desde una nueva perspectiva. Hemos estado paseando por varias latitudes, europeas y americanas, y una frase de mi hijo mayor me ha marcado a fuego.

No es que no me la esperaba o sospechaba, ya que mis hijos han sido criados en 3 países, tienen la nacionalidad de sus padres y no la de su país de nacimiento. Todo ello crea siempre una gran explicación a la hora de responder a la sencilla pregunta «¿de dónde eres?»

Siempre me interesa escuchar cómo ellos se presentan, con lo complejo que es a veces explicar las cosas a alguien que jamás se ha movido de su país, pero lo hacen con tal naturalidad que los envidio un poco. 

Han ido asumiendo esa identidad multicultural con total naturalidad con el correr de los años y se encuentran a gusto contando anécdotas de vida en otros países, reencontrándose con viejos amigos y cambiando de un idioma al otro. 

Por eso es que en las últimas vacaciones europeas, donde hemos recorrido y descubierto historias, culturas y tradiciones no me ha llamado la atención que hacia el final del viaje mi hijo mayor me haya anunciado «mami, creo que te dejaré en New York y volveré a vivir a Europa».

Estábamos contemplando el azul del Mediterráneo, comparándolo con el color de las aguas que vemos habitualmente en nuestra marítima Nueva York y eso me ayudó a procesar el anuncio. Y le creo, y lo entiendo, porque con esas ganas de conocer y descubrir los hemos criado y con algo de pena me dijo «pero vas a venir a visitarme porque te encanta Europa».

Uno de los privilegios de vivir en otro país es la apertura hacia un nuevo mundo, sorpresas de todo tipo, tradiciones y costumbres variadas, que a veces aceptamos con ganas y otras nos resistimos a adoptar. En ese recorrido nos vamos transformando, reafirmando y reacomodando nuestro ser, nuestro sentir a lo que nos rodea pero conservando nuestra propia escencia.

Ese es el secreto mejor guardado de la expatriación: no perderse sino encontrarse en una realidad diferente.

En otro post te contaba lo difícil que es a veces sentir que eres parte de un lugar, de no vivir tironeada entre donde te encuentras físicamente y donde tu cabeza y corazón se alinean. Lo complejo de vivir entre tantas culturas y lo bello y enriquecedor que es.

No cambiaría ni una sola de las decisiones que hemos tomado respecto a la educación multicultural de nuestros hijos. No me arrepiento de haberles abierto las ventanas al mundo de la forma en que hemos decidido hacerlo : con respeto y cuirosidad acerca de nuevas culturas.

Soy responsable del interés que tienen por aprender cosas nuevas en permanencia y llega esta edad en que empiezan a tomar sus propias decisiones y a soñar con volar. Faltan unos años para que suceda, pero no muchos, y me enorgullece verlos proyectarse en el futuro con entusiasmo y esa misma curiosidad de cuando eran pequeños.

La multiculturalidad es lo mejor que he podido ofrecerles en este camino, y es lo que repito en mis sesiones de consulta cuando me plantean los miedos y las dudas acerca de los beneficios de presentarles a los niños una cultura nueva, una rutina diferente y abrirlos así a todo lo que significa vivir en el extranjero, más allá de las circunstancias y condiciones de tu mudanza.

Y aquí me quedo, con el azul de las aguas brillando en los ojos de mi hijo, pensando en lo orgullosa que estoy de verlo crecer y proyectarse en este mundo tan complejo y al mismo tiempo tan maravilloso.

Saludos,

Erica

 

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