Después del éxito del primer post de nuestra colaboradora, Expatriada por Cojones, hoy repetimos con otra de sus crónicas desde Tánger.
Me la encuentro tres veces por semana. Siempre los mismos días. Lunes, miércoles y viernes. No falla nunca. Es puntual, como yo. A las nueve menos cuarto de la mañana se tira a la piscina y no sale hasta una hora después.
Las dos somos disciplinadas, así que nos saludamos y continuamos con nuestra rutina. Estiramientos. Metros y más metros. Brazadas. Patadas. Un poco de corcho. Más estiramientos y ducha. Ella se demora bastante. Yo suelo estar lista en apenas diez minutos. Y, ya otra vez en los vestuarios, sin el casco y con la ropa puesta, volvemos a entablar conversación.
Blanca estudió investigación médica. Le costó mucho encontrar trabajo en Marruecos pero lo consiguió. Trabajó para marcas como Danone. Hacía investigación con ratones y, también, pruebas con humanos. Hasta que se hartó. Del trabajo. De las condiciones. Y decidió abandonar su profesión y dedicarse a hacer otras cosas. No es una ama de casa. Para nada. De hecho, según me cuenta, nunca está. Le gusta pintar y colabora en una asociación de mujeres. Organizan talleres, charlas y actividades varias. Me invita a pasarme por allí.
Hablamos de Marruecos. Del rol de la mujer. De la poca actividad cultural que hay en la ciudad. De la crisis de España. De la situación de México y, como no, de los hijos. El suyo, ya mayor, y a punto de irse al extranjero a estudiar. Y del mío, todavía pequeño, y que acaba de empezar la escuela. Las dos hemos optado por el sistema francés. Estricto. Anticuado. Recto. Quizás para compensar todo lo que no hay en nuestras casas. Quizás.
Cuando te vas de tu país para irte a vivir a un sitio nuevo echas de menos muchas cosas. Unas, son relativamente fáciles de llevar. La comida, los cines, las tiendas,… Descubres otros sabores. Aprendes a divertirte de otra manera. Compras menos. Es relativamente fácil.
Otras, sin embargo, cuestan más de sobrellevar. Para mí, concretamente, han sido dos: mi carrera y mis amigos. Renunciar a un trabajo que me apasiona me ha costado mucho. Muchísimo. Más de lo que nunca imaginé.
Mi padre siempre me decía: la independencia empieza por el bolsillo. Y yo lo apliqué al pie de la letra. Desde que acabé la facultad empecé a trabajar y me mantuve por mi cuenta. Era independiente. Autosuficiente. Una mujer libre y liberada. Pero cuando llegué a Marruecos este traje ya no me servía.
Abandoné la etiqueta de mujer emancipada y la cambié por otra con la que no me sentía a gusto para nada. Al llegar a Tánger me convertí en aquello que había estado intentando evitar durante todos los años anteriores: Una mujer casada. Madre. Y mantenida. ¡Qué horror! No me reconocía en el espejo. Me miraba y no me gustaba lo que veía. Necesitaba encontrar urgentemente mi lugar. Encontrarme a mi misma. Esa persona que habitaba en el interior. La que siempre ha estado ahí pero a la que no solía ver porque no tenía tiempo.
Así que, después de hundirme en la mierda, donde me revolqué a gusto porque siempre me ha ido eso de compadecerme, resucité. Porque mala hierba nunca muere y yo soy solo un puto hierbajo. Encontré en mi blog la manera de sacar adelante las inquietudes que tenía dentro. Por un lado, escribir. Que siempre me ha gustado. Por otro, conocer gente. Con la excusa del blog hago entrevistas, viajo a lugares que no conocía y vivo experiencias que de otro modo no tendría. Hago lo que me gusta. Porque si yo me hice periodista no era porque tuviera muchas cosas que contar sino porque había infinidad de cosas que quería descubrir.
En definitiva, he aprendido y sigo aprendiendo que, al final, es de lo que se trata. Seguir adelante. Evolucionar. Adaptarte.
Porque los cambios no tienen porqué ser malos. En muchos casos son una oportunidad para mejorar.
De momento estoy aquí. Mañana Dios dirá. Que pase lo que tenga que pasar. Creo que estoy lista para afrontarlo.
Podéis leer el post completo en Expatriada por cojones.
Y vosotras, ¿También creéis que los cambios son una oportunidad para mejorar?
Hola, gracias por contarnos tu experiencia. Me hierve la sangre eso de la etiqueta de mujer casada mantenida y que la independencia empieza por el bolsillo. Muchas mujeres nos vemos sometidas a ese feminismo envenenado, a mi modo de ver. Criar a tu hijo y mantener una estabilidad q no tendría tu familia es una ocupación tan digna o más que la del mayor puestazo q pueda tener tu marido. Otra cosa es que seas feliz haciéndolo, pero que no sea remunerado no significa que no sea valioso. Cada mujer debería elegir siempre su camino sin sentirse culpable. Suerte a todas, no es fácil pero se puede!
Hola Naya. Creo que el tema mas dificil de manejar es el de la culpa. Cuando uno la supera se abren grandes posibilidades!
Saludos!