Es difícil cuando te acercas a un momento de tu vida en el que te das cuenta que tus hijos empiezan a abrir sus alas y se proyectan sin límites definidos.
Es más difícil aún cuando vivimos lejos y no tenemos muy claro hacia dónde lo harán y dónde estaremos nosotros, porque hemos pasado tiempo abriendo las ventanas al mundo y ahora no es el momento de arrepentimientos.
Yo puedo decir que haberlos criados como ciudadanos del mundo es algo de lo que no podría arrepentirme, aunque eso los lleve físicamente lejos de donde me encuentre. Lo hice a sabiendas de que esa educación les iba a otorgar muchas oportunidades, así que es hora de hacerme cargo de ello.
La idea de que vuelen muy lejos del nido, al igual que lo hice yo hace mas de 20 años, no me sorprendería.
Pero seamos realistas, cuando los acompañamos en sus primeros pasos en varios idiomas no es lo primero en lo que pensamos, es más, sí lo pensamos en términos idealistas, nuestra misión es ofrecerles una buena calidad de vida, una educación multicultural y un legado familiar que son un cocktail que queda marcado en su ADN.
Entonces llega un momento en el que empiezas a disfrutar todo ese camino andado, esa firme intención y compromiso que has tenido con su educación. Y llegan los frutos de a poco, y van creciendo exponencialmente. Y se siguen abriendo las ventanas al mundo.
No lo niego, me cuesta pensarlos lejos del nido, pero es la ley de la vida, y en esta que vengo transitando en diferentes partes del mundo, se impone con mucha fuerza.
¿Cómo llevas este tema? ¿Lo piensas aún teniendo hijos pequeños o prefieres que la ansiedad no te gane?
Y las que tenemos hijos ya adolescentes y casi adultos, ¿ha llegado el momento de pensarnos a nosotras mismas desde otra perspectiva?
Sin dudas, llegado el momento, lo transitaremos de forma diferente con cada hijo y en cada etapa. A partir de allí iremos reconstruyendo una nueva realidad, una nueva forma de vivir la maternidad.
Un tema que da mucho que pensar y para el que puedes contar conmigo.
Saludos,
Erica