No se si el tiempo para mí es una cuestión de horas y minutos. El tiempo para mí está compuesto de la experiencia, de la calidad de ese momento y no de cuánto tiempo pase. Tampoco puedo afirmar si se trata de un tiempo para mí en un espacio específico, pero de lo que sí estoy segura es que lo necesito como el aire que respiro.
La expresión «no tengo tiempo para mí» es de las más escuchadas desde que nos convertimos en madres. Y si le sumamos el hecho de vivir lejos y sin demasiada ayuda alrededor, esta expresión toma una dimensión desconocida por madres que no se han movido de su ciudad natal. No es que estas madres, muchas veces amigas desde la infancia, tengan tiempo para ellas, pero es algo que no se compara con nuestra vivencia, es simplemente diferente.
En mi caso particular recuerdo una vez viviendo en Paris, con un recién nacido, un nene de menos de 3 años y un marido de viaje por 10 días, y esa sensación de agotamiento mental y físico que no tengo que describirte porque te la imaginas muy bien. Tengo presente el momento en que sentí el limite de mis propias fuerzas, salí al parque con los dos niños, logré comprar algo para comer, sentarme un minuto y darme cuenta que no había parado ni en mi mente ni físicamente, que ya había perdido rastro de mí (todo esto mientras atendía a uno y no le quitaba el ojo de encima al otro) Recuerdo la angustia al pensar que no sabía ni cuando había sido la última comida que había ingerido «normalmente». No olvido que me prometí no llegar más a esa situación límite, primero por mí y después por ellos, porque si no estoy bien no puedo dar lo mejor de mí.
Hace un tiempo que me doy cuenta que las redes sociales también nos alienan de alguna forma, se han covertido en una obligación en muchos casos y creo que utilizar ese tiempo de otra forma también es beneficioso. Desconectar para reconectarse, esa es la idea.
Ahora en una latitud diferente, y ya con dos adolescentes, me encontré esta semana en una situación similar a la que te contaba y recordé aquella promesa. Y ahora no me levanto por las noches, ni amamanto, ni les tengo que dar el baño. Son miles de otras cosas que hacen que me olvide del tiempo que necesito para mí, para pensar en donde estoy, lo que necesito y deseo. Y para mi sorpresa ese momento de revelación no llegó en un parque como hace tantos años, sino en un espacio ruidoso y lleno de gente que de alguna forma me permitió escuchar esa necesidad.
Es tan importante generar esos tiempos propios y cuando vivimos en el extranjero, esto forma parte de la adaptación e integración. Una nueva forma de vida debe contemplar este tema, es algo en lo que no dejo de enfatizar en las consultas online.
¿Cuánto permiso nos damos para estar bien? ¿Cómo podemos mejorar e incluirlos en nuestra rutina? ¿Qué es lo que necesitamos? Es una tarea para tomársela en serio. ¿Lo haces?
Saludos,
Erica