Viviendo en el extranjero, y con más tiempo libre con el que contaba en mi país, he descubierto la infinidad de causas nobles que son cercanas a mi corazón. Y he realizado algunas acciones de voluntariado en la expatriación.

Lograr ver más allá de nuestra realidad cotidiana hace que la valoremos más aún. Con esto me refiero a la idea de compartir desde un lugar desinteresado con quienes más necesitan nuestra ayuda.

Nunca tuve el tiempo para pensar ¿qué podría hacer yo? . Creo que usar ese tiempo libre para colaborar con alguna causa en mi país de residencia o en mi país de origen aunque sea a la distancia, puede ser beneficioso en todo sentido.

Es importante buscar alguna causa en la que te sientas útil, ya sea ayudar a servir comida en un comedor popular o participar en una colecta de juguetes para niños.

Si crees que puedes incluir al resto de la familia en este tipo de actividad, creo que será una gran experiencia.

La mejor educación que puedes dar a tus hijos es con tu ejemplo, pasando a la acción y no quedándonos en los sermones acerca de la virtud de ayudar.

La palabra caridad no es la que elegiría, me resulta incómoda y poco abarcativa. Creo que el mensaje es  ‘tratar de mejorar el mundo y hacerlo un lugar más justo para todos’ con el aporte que uno pueda realizar. 

En New York viajamos mucho en subway y noto que algunas situaciones que observo allí y que a mí me dan extrema congoja a mis hijos les despierta interés. Y creo que allí está la respuesta. Salir de la pena que nos causan algunas situaciones y convertirlas en hechos concretos.

Si tus hijos ya están en edad de entender a su manera que no todos tienen los beneficios que ellos poseen, es bueno abordar el tema como una preocupación familiar y hablarlo abiertamente y por qué no, pensar qué podemos hacer como familia.

Hay muchísimas causas con las cuales solidarizarse. Lo importante es sentirte cómoda con la que elijas. Muchas veces desistimos porque si pensamos en una donación no creemos poder dar mucho.

Si eres contable y no estas ejerciendo, seguramente alguna organización se beneficiaría de tus conocimientos. Si eres arquitecta o artista podrás ayudar a mejorar la calidad de vida en alguna institución. Y qué decir si eres maestra, enfermera o veterinaria… sin lugar a dudas, hay mucho por remediar en este planeta. Puedes hacerlo de mil formas diferentes.

Puedes iniciar tu propia causa, un proyecto que puede tener un objetivo muy concreto y a corto plazo, y comprometerte el tiempo que desees dedicarle a ello o alguna misión con mayor compromiso, todo depende de tus ganas y de tus posibilidades.

Otra de las cosas que nos inspiran, es ayudar en nuestra patria, aunque estemos lejos. Si vienes de América Latina, lamentablemente hay un sinfin de necesidades que esperan ser aliviadas y que las has visto de cerca y sabes bien cómo y dónde ayudar.

Ponte en contacto con tu gente. Expatriarse no significa solamente acordarse de las cosas ricas de nuestros países. Asume un compromiso para mejorar la sociedad donde has nacido y vivido.

La parte más egoísta del voluntariado es que aunque no te des cuenta, estás haciéndote un bien incalculable. Desde donde lo pienses, es algo beneficioso para tí también. Y no creo que sólo por esto debas hacerlo, pero en tu actividad debes poder obtener alguna satisfacción. Si es la idea de sentirte útil e imprescindible, es realmente válido.

Te sirve además, para armar tu vida social durante tu expatriación. Es mucho mejor que dar un ‘me gusta’ en una campaña, esto es acción, contacto con otros, intercambio cara a cara.

De este tipo de actividades pueden resultar cosas increíbles, uniendo fuerzas, borrando las diferencias culturales, idiomátcas y religiosas. Porque a la hora de ayudar, somos todos iguales. 

Me encantaría que compartieras alguna experiencia de voluntariado en tu expatriación.

Saludos,
Erica