Caminar por sus calles una vez más, como una más. Que me paren para preguntarme por una dirección y que, sin titubear, pueda orientar y sugerir un recorrido. Pero también descubro que ahora tiene bici sendas, que la inseguridad es palpable y que sigue siendo cosmopolita. Esto es parte del viaje de visita a mi ciudad.

Pertenezco de mil formas a ese lugar pero también me siento ajena. No es la misma ciudad, ha mejorado y se ha deteriorado, todo al mismo tiempo. Un poco como yo que he madurado y he cambiado, de a poco pero sin dudas. Y esto también es parte del viaje de visita.

La miro con los mismos ojos que hace 20 años, cuando me fui, cuando cargué casi todas mis pertenencias y partí. Pero esa mirada también ha cambiado, es mas crítica, más nostálgica, más madura. Intento imaginarme allí, pero es difícil pensar en 20 años con todo lo que he pasado, pero trato de proyectarme y pensar como hubiése sido mi vida de haberme quedado. No se si tiene mucho sentido, pero es algo que sucede sin que me lo proponga.

Cada viaje de visita es un reencuentro: con gente, por supuesto, pero conmigo misma también. Ir de visita me hace redescubrirme, recodar quien era hace 20 años y con cuáles sueños emprendí este recorrido. Mirar el camino andado desde una perspectiva como si mirase una película, la de mi vida. 

Hay gente que se interesa más por contarte su vida que por escuchar la tuya, otros asumen que al estar fuera todo es mejor, difícil pero mejor. Los que te conocen de verdad, van más allá de las preguntas superficiales y se interesan sinceramente por lo que te sucede, por cómo te encuentras.

Están los que se ofenden porque no has tenido tiempo de verlos, y los que a pesar de haber visitado no les resulta suficiente. Están también aquellos que se centran más en la calidad de tiempo, y no te llama la atención quienes son unos y quienes son los otros, porque vamos cambiando pero muchos guardamos ciertas peculiaridades. A mi personalmente a veces esas stuaciones me dejan sinsabores, y me digo que no vengo de visita para pasarla mal ni estar excusándome, pero muchas veces termina sucediendo.

Hay reencuentros con amistades profundas, con lazos fuertes pero también con viejas querellas. Las miro de lejos, no las siento como propias, han pasado muchos años y si bien no siempre se puede perdonar al menos se puede no vivir obsesionado con ello. Esa parte nadie la cuenta, porque no todo es color de rosa cuando volvemos de visita, pero no queda bien en Instagram, así que se cuenta poco, pero es real, nos reencontramos con todo, lo bueno y lo no tan bueno.

Los choques a veces se producen por una excesiva idealización, lo que sucede muy a menudo en las primeras visitas. No recordamos más que lo bueno de lo que hemos dejado, porque es mas fácil guardar un buen recuerdo y también es menos doloroso. Entonces volver con esa idea de lugar ideal hace que el reencuentro sea un tanto brusco y que nos vayamos dando cuenta que si bien añoramos muchísimas cosas y que la familia y amigos son únicos, no todo es idílico.

Pero al fin y al cabo, volver es ver el tiempo pasar y verlo detenerse. Me descubro andando las mismas calles, a veces el mismo recorrido que hacía para ir a la escuela, pero esta vez lo recorro de la mano de mis hijos, y les cuento todo: los negocios de antes, las galletitas que comprábamos, las baldosas que saltaba y las amigas que encontraba por el camino. A ellos les interesa, les da curiosidad, entonces entro a la escuela y les muestro como todo cambió, o quizás muy poco en realidad. Comparto historias y anécdotas, y las revivo al contarlas. Me da nostalgia, pero eso no cambia vivir lejos o vivir en la misma ciudad, es parte de un pasado, de mi pasado.

El regreso es siempre igual de duro, a veces con ansias de retomar una rutina, a veces con la angustia de reencontrarme con extraños. Mi ciudad de destino también me pertenece. En ella también tengo recorridos, y aunque no es a mi escuela, es a la de mis hijos. Y ese recorrido tiene tanto valor como el otro, su significado es el de una niña que ha crecido y que ha trazado su camino, uno nuevo, lejos, pero uno propio.

No es fácil vivir lejos, lo decimos y repetimos. No es nada fácil, pero ya estoy soñando con el próximo viaje.

¿Cuál es tu experiencia? ¿Cómo son tus viajes de visita?

Saludos,

Erica

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