mama expatriada en bruselas

Yo no tenía pensado cambiar de barrio a principio de curso. Mucho menos de país. Ahí fue cuando surgió el puesto al que Papá 2.0 se presentó, fue pasando los procesos de selección y por mi 37 cumpleaños, el 3 de octubre, me regaló una expatriación.

Me convertí en una mamá expatriada en Bruselas por al menos 3 años.

Piensas, “ahora o nunca”, “es una oportunidad de no estancarse laboralmente”, “podría ser en un destino peor”, “no hablo francés pero con el inglés y el español seguro que tampoco es tanto problema al principio”, “los niños tienen la mejor edad” (4 años ella y 1 él), “yo ahora no tengo trabajo fijo”

Los meses en Madrid fueron duros porque teníamos que hacernos a la idea del cambio y luchar por no perder calidad de vida en la negociación de la carta de expatriación. Reivindicar que la mujer y los hijos no somos un paquete más que se muda. Éramos los primeros casados y con hijos que se iban a Europa de la empresa. Teníamos la incertidumbre de conseguir un colegio para nuestra hija, una casa y poder vivir a una distancia razonable del trabajo y la escuela.

Después tocó estar separados, porque todo iba muy lento y Papá 2.0 ya tenía que empezar a trabajar aquí sin haber encontrado siquiera casa.

Yo en Madrid era Mamá 2.0. Trabajaba dando clases de informática y ofimática a empresas, particulares y en un centro cultural. También colaboraba en el programa de radio El Despertador hablando del 2.0 primero y de cine después.

Cuando todo esto surgió, decidí que el cambio de escenario bien merecía un cambio de blog, a modo de desahogo y también con la idea de que con el tiempo pueda ayudar a familias que vengan aquí, porque en Bruselas lo más difícil es encontrar a un belga.

 

Así que justo antes de mi primer viaje de reconocimiento empecé mi Bruselas Exposure, en homenaje a una de mis series favoritas de la televisión “Northern Exposure” donde espero recopilar curiosidades, sensaciones, planes y consejos que surjan de ésta experiencia.

A primeros de año nos mudamos. Te pones la coraza mientras empaquetas toda tu vida tal y como la conoces, tiras toneladas de lastre y te lanzas al vacío.

El inicio ha sido duro. Más de lo que he podido reflejar en el blog, porque tampoco quiere una contar miserias ni preocupar a los que te quieren. Quizá el Twitter o Instagram me han servido para liberarme y tomarme muchos momentos surreales con humor. Y conocer a otras mamás expatriadas por el mundo. Pocos papás hay.

Tener a un bebé de un año hace que no puedas bajar el ánimo. Y ver que la peque va desde el primer día al colegio, en otro país y en 2 idiomas que no conoce, durante 7 horas al día, sin una queja y cada día se defiende mejor, me hace agarrarme al lado positivo de la vida.

Porque ha sido duro. Los aviones, el clima, el horario, las costumbres, el idioma, la ciudad, la gente y dejar todo y a todos los que conoces para meterte en una nueva casa sin nada más (y nada menos) que ser madre y ama de casa 24×7. Y la soledad.

A algunas cosas habrá que acostumbrarse. Volar no me hace gracia, pero es lo que hay. Los planes ya no se hacen en función del clima. Se hacen y ya está. Sin saber francés no eres nadie aquí. Sobre todo en la vida diaria. Así que pasas por momentos frustrantes y poco a poco voy sabiendo defenderme y acabo de empezar mis clases. Nunca es tarde para aprender algo nuevo.

Los días siguen teniendo 24 horas, aunque a veces se hagan eternos aunque no tengas ni un rato para ti porque no tengas a la tribu que te eche un cable. Vas a la compra y a veces te sorprendes pensando qué haces aquí.

Tratas de encontrarle encantos a la ciudad por mucho que a veces se empeñe en enseñarte lo peor con su clima, sus papeleos, sus interminables obras y sus costumbres.

Tratas de hacer hogar aquí y añoras a la familia y los amigos de allí. Estás deseando tener visita. Echas de menos el ambiente abierto de Madrid e intentas hacer tribu con todo el que quiera socializar contigo, aunque sea más difícil de lo que esperabas y tratas de reinventarte para volver a ser algo más que madre y ama de casa 24×7.

Y os lo voy contando tratando de tomármelo con buen humor en mi blog.

Guadalupe.

 
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